Domingo, 04 de Enero de 2015
Viernes, 20 de Junio de 2008

Caza peluches

Por Sonia Jaroslavsky | Espectáculo Pelo de oso

Noche húmeda en el barrio del Abasto. La periodista se baja en el shopping y se siente encandilada por sus luces, huye por Anchorena y se introduce en el pasaje Carlos Gardel, desembocando en Jean Jaures al setecientos. Toca el timbre de una casa, el Teatro Guapachoza. Un gentil joven la hace ingresar y ella espera en el pequeño bar semi-montado a que den sala. Se dispone a ver Pelo de oso, primer trabajo del director y dramaturgo Emiliano González Portino. 

La obra

Espacio: tarima elevada. Una mesa y dos sillas. Un teléfono público naranja (esos de la época de E.N.T.E.L) y una máquina caza peluches. Algunos detalles de esta máquina llaman la atención: 1-le falta el gancho -esa mano metálica de tres dedos que cierra y abre- para sacar el premio; 2-No tiene los vidrios que funcionan de vidriera y a la vez de resguardo del premio peluche; 3-Dentro de la máquina sólo se encuentra un oso, pero no es de peluche, sino de tela. De fondo, una puerta que lleva a un más atrás, con un cortinado de plástico.

El espectáculo circunscribe la vida de un bar medio abandonado, de una estación terminal de pueblo chico. Los personajes involucrados en esta trama son Pablito (el chico que atiende el bar); Roque (chofer de micros) y Segovia (un hombre de poder en el pueblo). La acción comienza cuando Pablito juega a intentar sacar el único oso disponible. Es un chico de no más de veinte años con alguna dificultad madurativa. Roque, un hombre más grande, se presenta como un amigo que guarda algunos secretos y tiene una urgencia: resguardarse de Segovia. Entre juegos, diálogos acerca de la amistad, la fidelidad y el amor, un teléfono chirría pero casi nunca es atendido (o si es atendido no hay alguien del otro lado del tubo). Entre largos silencios se desenvuelve la trama en la que están inmersos estos personajes.

Con la llegada de Segovia se agilizan los hechos. Trae un bolso con algo de cierto valor. Ese algo nunca se nombra. Esta encomienda es traída y llevada en el micro que maneja Roque. Segovia tiene el poder de manejar y manipular las cuestiones relativas al pueblo. Pero de fondo, lo que está en juego no son mercancías, sino el amor de una mujer. Hombres que traicionan a otros hombres al enamorar a sus mujeres. Y en un pueblo chico, esto depara un infierno grande. Estas aristas son las que movilizan los hechos de una intriga con suspenso y tintes policiales.

Los actores hacen un gran esfuerzo por intentar delinear estos personajes. Entre ellos se destaca el trabajo de Juan Pablo Repetto con su Pablito. La puesta no se presenta tan sólida y la dirección deja demasiados interrogantes sin responder. Esta falta de informaciones para conformar la pieza produce ruido y el espectador persevera en vano al querer conformar un mismo universo en el orden de un código común. Nos encontramos que el autor y director se encuentran en la misma persona y a veces (no siempre) la conjunción de roles no se satisfacen, en este caso, en el nivel de la puesta.

Más allá de estas disyunciones, es interesante el planteo dramático metafórico que se produce en el juego con la máquina de peluches y su resolución al final de la obra, como también su posible relación como metáfora de lo que sucede en el pueblo.

Publicado en: Críticas

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