Miércoles, 25 de Febrero de 2015
Miércoles, 21 de Marzo de 2007

Los primos, los primos, los primos

Por Edith Scher | Espectáculo Algo de ruido hace

Relación curiosa la que se da entre primos. Mucho más si, como sucede en este caso, hay traumas y culpas de por medio. Pero igual. Igual es una relación extraña. De chicos  muy juntos, con vacaciones de verano compartidas, con la ligazón que implica el descubrimiento de los primeros misterios, con charlas durante la siesta o hasta altas horas de la noche. De grandes, distanciados, aunque con la impronta de una intimidad que se tuvo, como un resabio de los juegos del pasado, pero con los cuerpos ya desarrollados, con intereses diferentes, con vidas que, por algún motivo, han tomado rumbos distintos e, incluso, incomprensiblemente raros. Sin embargo, algo los une.
Y bien. Así las cosas en Algo de ruido hace.

Si hay algo que define este espectáculo, es la presencia permanente de un ambiente extrañado, enrarecido, de un clima que mantiene todo el tiempo en vilo al espectador. Y esto se consigue, fundamentalmente, por los espacios en blanco que deja la dramaturgia y por la actuación. El texto, que es una sucesión de escenas en el living de una casa de alguna localidad pequeña de la costa (todo sucede allí, aunque se aluda a situaciones ocurridas afuera), sugiere la información, pero no la explicita.
La escena comienza con Nacho y el Colo. No sabemos todavía cuál es el parentesco que los enlaza, pero una primera disputa por el espacio en la sala de estar, nos lleva a suponerlo,  ya que la pelea se parece bastante a una riña entre hermanos. Hay, además, en ellos, en su andar, en su modo de vestir, en la tensa lentitud y en la rareza con la que se relacionan, un aire de familia. Algo esta mal. Eso se percibe de entrada. Se vive allí una normalidad alterada.

Algo de ruido hace en ese mundo que se respira, la repentina llegada, en la siguiente escena, de Mariana, una prima. Tampoco en este caso el texto explicita nada acerca de cuál es la relación familiar con ella, pero, a poco de transcurrido su arribo, la sospechamos, por las referencias al pasado de los tres en los veranos de Rumipal, por esa extraña unión de confianza-desconfianza propia de estos vínculos que alguna vez fueron cercanos y que resultaron alterados por el paso de los años y las vicisitudes, (¡vaya si las hubo en este caso!). Al mismo tiempo, advertimos el deseo que ambos hermanos sienten por ella. En fin. No será ésta la primera vez que escuchamos una historia en las que una prima parece haber sido la primera mujer con la que se fantaseó. Vemos también la ambigua sensación de incomodidad de Mariana, quien, a pesar de ello no se va. ¿Por qué no se va?

El alto grado de incertidumbre que proviene del texto, alimenta la permanente sensación de que en cualquier momento puede suceder algo violento, de que hay peligro. Pero no es éste el único elemento que crea esa atmósfera enrarecida, sino que a él se suma el clima que emana de la actuación, que trabaja sobre la tensión contenida, una suerte de represión de la acción. En muy pocos momentos las acciones, o mejor dicho, los deseos que las motivan, llegan a concretarse. Y cuando esto sucede, la escena se carga de incomodidad (un beso no buscado por ambas partes o un acercamiento sexual con ribetes bastante violentos). 

Los hermanos tienen un pacto sobre algo que vivieron. No hablan de ello, pero lo no dicho  gravita en la escena. Los dos actores construyen criaturas lo suficientemente extrañas como para generar una incógnita, al mismo tiempo que un poco de temor. La actriz, a su vez, crea un personaje con apariencia de normalidad, una normalidad que entra en conflicto con la rareza de los hermanos,  pero ¿qué es la normalidad?  La dirección de Romina Paula logra crear este clima, al articular los elementos de la puesta para que todo se insinúe lentamente, para que nada informe demasiado, pero genere inquietud. La obra construye, por ello, un mundo consistente, una mirada propia.

Lentamente los primos encontrarán puntos en común, acuerdos, una forma de convivencia. Al menos eso parece. En Algo de ruido hace resuenan los mandatos, las culpas y todo el universo familiar, el pasado, la responsabilidad de hacerse cargo de los parientes, la complejidad de los lazos, los primos, los primos, los primos…

Publicado en: Críticas

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