Miércoles, 26 de Agosto de 2015
Jueves, 20 de Abril de 2006

Una puesta de película

Por Mónica Berman | Espectáculo El Aliento
Bernardo Cappa dirige un nutrido y talentoso grupo de actores que se aventuran a la creación colectiva, sin dejar un texto verbal impreso, pero plasmando un duradero recuerdo del texto espectacular en el público. Un espacio amplio, casi prácticamente vaciado de objetos, deviene en paupérrimo lugar de filmación. Un grupo importante de actores habla en ruso. No. No hay subtitulado ni nada que se le parezca. La ficción construye actores rusos contratados para una película y ellos no emiten una sola palabra en español (esto sí es verdadero). El primer efecto es de distanciamiento. Como son los primeros que aparecen en escena, la esperanza de todo público es que algo suceda, para que se rectifique el error de la lengua que utilizan. Obviamente, nada de esto ocurre. Durante toda la obra los rusos hacen de rusos y sin embargo, lo que no se pierde es el sentido. Todo un equipo trabaja para que el problema lingüístico no lo sea para el espectador, salvo en los momentos en que esta cuestión se tematiza. Es decir, se asiste a una puesta, donde un porcentaje de actores reniega de la utilización de la palabra en términos semánticos, no en términos sonoros-la palabra no descansa sobre el sentido, que resulta imposible de entender, pero sí sobre el sonido, que se percibe en toda su potencialidad- y el texto espectacular funciona como un mecanismo de relojería. Esta decisión implica una hipótesis respecto del modo en el que los sentidos pueden construirse. La ausencia de texto previo funciona como un desafío del principio al fin. Aliento es lo que toman los actores, frente a este saltar al vacío sin red, dispuestos a correr el riesgo de inventarse a sí mismos en cada puesta en escena. Se dice que no hay personajes compuestos sino actores ubicados en primer plano. Sin embargo, hay actores que hacen de actores, nacionales y rusos, algún otro de director de cine, guionista, asistente, remisero... Pero la carencia de lugar rígido, fijo, en un relato supuestamente inalterable, los convierte en cuasi personajes, de función múltiple y en eso se parecen al actor, en el grado de elección con el que pueden jugar las situaciones. No están en su papel (ya que no lo tienen prefijado) y la lúdica lucha por entrar en el espacio de acción, convierte esta puesta en un mecanismo dinámico, que se construye de manera análoga a lo vivo. Un papel fija las posibilidades. El personaje lo tiene como un límite relativamente estricto. El director, Bernardo Cappa, sostiene que los actores “recuerdan el texto con el cuerpo”. Esta afirmación también inscribe un modo de hacer teatro, preconiza la memoria del cuerpo, pero no como un acto mecánico y autómata, sino como un recuerdo corporal que sucede, es evento, y no se articula como repetición, sino como creación. Un trabajo colectivo, en el que cada uno se responsabiliza de su lugar de acción. Lo que se arma en cada función es el producto de un conjunto que se considera como tal, dirección mediante y que incluye al espectador como parte activa en la construcción gozosa del espectáculo.
Publicado en: Críticas

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