Espía de una civilización extraña

Partiendo de allá y caminando tres vidas hacia el sur se puede conocer un bellísimo paisaje
Pero es lo propio de este conocimiento que las noches se acorten, que permanentemente sea junio.
Hay luces multicolores encendidas todas juntas y desde una terraza un humano grita, y otro humano canta como sirena.
Han vivido ya mil noches igual a esa.

Piensan en todas esas cosas cuando desean un paisaje. La humanidad soñada posee un pequeño cofre de magias cotidianas, la sencillez de los instantes, y algunos pocos secretos.
Los secretos son ya recuerdos.

Las huellas en las hojas, anuncian que el resto del mundo es intercambiable; árboles y piedras son solamente lo que son.
Finalmente el viaje conduce a una ciudad en llamas
Al mirar, no se ven cosas, sino cosas que significan otras cosas.

Las señalizaciones y advertencias son innecesarias.

Allí está permitido correr, lanzar el cuerpo al espacio, susurrar, ser obligades momentánea e inútilmente a permanecer inmóviles e iguales a sí mismes para convertirse en un mejor recuerdo.

Está permitido deshacerse y desaparecer
Mirar de cerca
Habitan cíclopes y suele visitarles una vedette primera figura de los años ochenta.

Los archivos del paisaje son redundantes: repiten los signos para que el sitio comience a existir.

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