La Maison Tellier, nombre del cuento que da origen a la obra, es una casa de citas regentada por una mujer que ha nacido para ello. Allí acuden los burgueses, los comerciantes, los marinos que atracan en el puerto... Madame gobierna con mano firme pero ecuánime a las cinco pupilas que trabajan para ella. Cada una representa un modelo de mujer, lo que permite a los clientes ver cumplido alguno de sus deseos inconfesables.
Hasta que un día encuentran cerrada la casa Tellier. Un cartel informa que madame y sus chicas han partido para asistir a la comunión de la sobrina de madame.
Un viaje en tren lleno de picardía las conduce a Virville, el pueblo donde se hará la ceremonia. Imaginen la llegada de este ramillete de colores. La presencia de las pupilas atrae a todos vecinos: sus vestidos, sus sombreros, sus pelucas. Todo aviva el humor de hombres y mujeres, que ignoran su verdadero oficio. Allá por donde pasan, la sangre corre más rápido, el vigor aumenta, brillan con mayor intensidad los ojos. Y la niña comulgante se pregunta a cada rato: pero ¿quiénes son esas mujeres?
Este cuento que es un canto a la vida es también hoy un encuentro entre el autor francés y seis narradores argentinos. Un encuentro entre el siglo XIX y el siglo XXI. Un encuentro entre el erotismo y lo sagrado.